Castillo de Chirel en la niebla

Excursión fácil y sencilla, nos hemos decidido a visitar el castillo de Chirel, para ellos nos hemos desplazado al embarcadero del embalse de Cofrentes, desde este punto hemos salido siguiendo las marcas del PR-CV 382, sendero que une el castillo de Cofrentes con el castillo de Chirel, una buena idea, desde este punto, según figura en el poste señalizador, tenemos 4,5 km hasta el castillo, nosotros decidimos seguir el PR-CV sólo en parte, desde el embarcadero seguimos el PR-CV 382 por el barranco de la Señora hasta llegar al camino de Pinoval o camino del Real, una vez en la carretera la seguimos aproximadamente 500 m, el PR-CV 382 sigue por la carretera, pero nosotros cogemos un camino a nuestra derecha que nos lleva directos al Castillo de Chirel evitando un largo tramo de carretera, es el nuevo acceso que han creado para las obras de mejora en el castillo, deberían modificar el trazado del sendero para evitar este trozo de carretera.

EL CASTILLO DE CHIREL
Libro «Las Fortificaciones del Júcar de Rafael Cebrián Gimeno»
Primera edición abril de 2015

El autor del libro, Rafael Cebrián Gimeno y el Castillo de Chirel al fondo

Situación

Se encuentra al norte del término de Cortes de Pallás; a 621 metros de altitud, en la cima-plataforma de la montaña del Cinto del Castillo aislada y gigantesca muela sin conexión con la orografía circundante y tallada verticalmente en la mayor parte de su perímetro en quebradas franjas rocosas de acusada pendiente. La fuerza del relieve muestra su mayor vigor en la vertiente que mira al curso del Júcar, una imponente fachada rocosa rectamente desplomada unos 300 metros sobre el espejo de las aguas.

Panel existente en el castillo

La geoestrategia del castillo aprovechaba lo inaccesible de su entorno, con sólo un sector vulnerable en su vertiente norte, por donde un grato camino tiene el único acceso. Su emplazamiento de altura y la protección natural del medio físico, son los condicionantes geográficos, los aliados tácticos sobre los que la fortaleza conforma el modelo de la arquitectura militar de la Edad Media, uno de los más preciados legados de la castellología en nuestra tierra, estrella de los sistemas defensivos que jalona el río en todo su recorrido.

Castillo de Chirel en la niebla

Encumbrado el castillo en la solitaria quietud de las montañas, su inerte silueta escrutando silenciosos horizontes desvanecidos en el pasado, es la primera y cautivadora imagen que nos trasmite a distancia. Aliado con la Geografía que le da su razón de ser, en el paisaje idealizado revivimos a través de la mirada y los sentimientos la fascinación del olvidado ayer. Chirel es una bella excursión, que bien vale la pena hacer, al margen de su relevante valor patrimonial.

Estado del castillo

Castillo de Chirel

El estado de conservación del castillo de Chirel se puede considerar como excepcional, si lo equiparamos a la ruina avanzada. Cuando no total, que caracteriza a los castillos valencianos de montaña. Mantiene en pie importantes dispositivos y la fachada principal que mira al acceso, una espectacular y cautivadora imagen del conjunto, como ejemplo del sistema defensivo medieval. Su vida militar, escasamente utilizado como castillo palaciego o residencia señorial por lo apartado del lugar y abandonado tras la expulsión de los moriscos, ha dejado sin modificaciones sus estructuras castrenses desde la construcción en el siglo XV sobre obra islámica precedente. Blindado en la mayor parte de su perímetro por los escarpes calizos, sólo tiene un acceso por el norte, donde se concentra la obra de mayor solidez y envergadura defensiva.

Fachada principal

El precioso y bien conservado camino de acceso a la fortaleza, nos lleva frente a su monumental fachada principal, defendida por dos robustos torreones situados a los extremos del doble recinto, sobre el cual aparecen restos de matacanes, saeteras y almenas. Llega el camino en codo a la puerta de entrada, un corto pasadizo, de arco apuntado en el exterior y de medio punto en su interior, ambos ejecutados en sillares, con espacio intermedio para el cierre del rastrillo metálico. Un nuevo codo comunica con un estrecho corredor longitudinal entre el muro del perímetro exterior y del cuerpo principal del castillo, conducente a una segunda puerta de entrada al recinto donde se repite el arco apuntado, el de medio punto y el rastrillo. En las entradas y sobre los vanos, tallas en piedra en forma de escudo donde figuraban las armas del linaje titular del castillo.

Entrada al castillo
Acceso al castillo
Segunda puerta de acceso al castillo
Torre de la guardia
Detalle del espacio intermedio para el cierre del rastrillo metálico

A espaldas de esta fachada se agrupan varias dependencias en estado ruinoso, pero conservando estructuras y abundantes restos que permiten precisar el perímetro de la fortaleza y la distribución y volumen de los sólidos edificios, en cuya construcción se han utilizado distintos aparejos: mampostería, sillarejo, algunos tramos en tapial, vanos, y esquinas rematadas con sillares. Un notable castillo gótico, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), en progresivo deterioro, si bien todavía está en condiciones idóneas para una completa rehabilitación, que podría recuperar su estructura con fidelidad a la obra original. Se hace necesaria su restauración y puesta en valor, antes que de que los estragos del tiempo nos arrebaten tan notable patrimonio. Hay ciertas obras de mejora, escasas y, al parecer, detenida o muy recortadas, dadas las opresivas condiciones económicas del momento (año 2014, las últimas reformas se han hecho en 2022): se han consolidado muros de las espaldas al acceso y apuntalado arcos de puertas y ventanas. Ya es algo y, aunque mínimo, denota una voluntad, todavía insuficiente para lo que sería necesario a fin de lograr un integral y merecido rescate patrimonial de una de las bellas y expresivas fortalezas de las tierras valencianas.

Armería, cocina y almacén
Sala grande y patio de armas
Ventana de la sala de la planta superior, estancias del señor
Interior de la armería, la parte de arriba corresponde a la capilla de la planta superior
Torre de la guardia
Interior de la capilla en la planta superior
Vista del castillo desde el exterior
Sala grande
Vista del castillo desde el exterior
Interior de la sala grande
Interior de la sala grande

El castillo y el medio físico

En el mismo corazón de un quebrado paisaje, el castillo y su dimensión histórica se identifica con una compleja geografía de montañas y muelas, estrechos valles fluviales y el Júcar forzando su por abruptos desfiladeros.

Panel existente en el castillo

Un relieve conformado por tres unidades básicas del medio: el profundo surco del río, cerrado a norte por la Muela del Albéitar y la sierra Martés, montañas que declinan hacia el litoral, y al sur, el inmenso calcáreo de la Muela de Cortes. Una morfología que ha condicionado el poblamiento dificultando las comunicaciones y determinando la función del castillo asociado. a la cautivadora variedad de un paisaje hecho historia. Dotado el castillo de una visión circundante sin altura cercanas que reduzcan su horizonte, poseía un amplio dominio visual sobre el dilatado territorio que cruza el río transversalmente, ejerciendo la doble función defensiva y disuasoria del castillo medieval: ver y ser visto a distancia.

Aunque no lo creáis, vistas del Júcar desde el castillo
En esta foto del mismo sitio tomada en 2009 se ve el Júcar

El Júcar corre a 300 metros por debajo del castillo, por impresionantes abismos, donde en la actualidad se encuentra el embalse Cortes II, que ha modificado el paisaje fluvial aprovechando el curso del río como vaso de un enorme lago artificial. El Júcar es protagonista de gran relevancia en la geografía interior de Valencia. Lo seguimos encajado muchos kilómetros en desfiladeros labrados en la roca por su fuerza erosiva que, con la profundidad de su marcado eje, es la unidad del relieve situada a una cota más baja con notables desniveles sobre los montes circundantes.

Castillo de Chirel desde la Muela de Cortes – Foto de Rafael Cebrián Gimeno

La Muela de Cortes, separada por el corredor del río, a la vista desde el Castillo, es una horizontal y pesada plataforma, gigantesco bloque calizo recortado en cornisa por laderas de verticales cintos y peldaños rocosos: abruptas laderas que contrastan vivamente con la uniformidad de la extensa meseta de la cúspide. La Muela de Cortes es el extremo septentrional de la Plataforma del Caroig en su límite delineado por el Júcar y sus cañones, la desierta e inmensa extensión que ya Cavanilles calificó de «gran desierto valenciano» en su viaje científico por el Antiguo Reino a finales del siglo XVIII.

Castillo de Chirel en la historia

En el amplio territorio que comprende el término de Cortes de Pallás, los testimonios de la Prehistoria, hallazgos del Bronce, iberos y romanos, solamente denotan un temprano poblamiento y la huella de antiguas culturas, pero Chirel, como fortaleza defensiva documentada históricamente, aparece con los musulmanes durante el periodo califal y los reinos de taifas. Sobre sus restos se construye en el siglo XV el edificio que ahora vemos, de nueva planta y arquitectura gótica. Inexpugnable al asalto, es el prototipo de baluarte que solamente se rendía ante el prolongado asedio. Chirel protagoniza dos épocas significativas en la crónica de su existencia: la primera como castillo de frontera entre reinos de taifas; con los cristianos durante la invasión feudal de la Corona de Aragón, y cuando el Valle de Ayora-Cofrentes quedó en el epicentro de las guerras entre el Reino de Valencia y el de Castilla en el siglo XIV. En una segunda y postrer época militar, intervino decisivamente en la represión de los alzamientos de los moriscos refugiados en la Muela de Cortes, cuando en 1609 fue promulgado el decreto de expulsión.

Panel existente en el castillo

La historia del castillo ha estado asociada a la geopolítica de los reinos medievales en el cercano Valle de Ayora, durante largo tiempo disputada zona fronteriza. Chirel, encumbrado en la encrucijada de las rutas del litoral mediterráneo a las tierras interiores por la Hoya de Buñol, Macastre, el cucar y al Valle de Ayora, y el camino natural Requena-Almansa, en el tránsito hacia la Meseta, se erigía en privilegiado vigilante identificado con la geografía y la estrategia en la majestad del paisaje. Clave en el control del río, compartía su vigilancia con otros tres castillos en el extenso término de Cortes de Pallás, inferiores en potencia y envergadura: Ruaya y la Pileta en la población, y Otonel aguas abajo. Cuatro castillos ribereños que evidencian el valor que la protección y control del territorio y el valle fluvial representaba en la época islámica. La conexión de estos castillos con los del Valle de Ayora, articulando una línea defensiva, es más que probable, hasta que, los cambios políticos y la unidad monárquica de España con los Reyes Católicos, terminaron con la fricción fronteriza y el castillo perdió solvencia militar.

Panel existente en el castillo
Panel existente en el castillo
Panel existente en el castillo

El castillo de Chirel y la expulsión de los moriscos.

Terminada la conquista cristiana los musulmanes siguieron habitando el territorio pactos nativa favorecida en virtud de pactos que concedía a lo vencidos una cierta autonomía de costumbres y religión, bajo la administración y tutela de sus dirigentes espirituales, alcadí y alfaquí. Sometidos al régimen señorial latifundista y privados de decidir sobre su propio destino, la existencia de este marginado colectivo transcurre bajo una creciente hostilidad y difícil convivencia, intransigencia religiosa y social, conversiones forzosas bajo pena de muerte y persecución inquisitorial que provocó alzamientos moriscos en el Valle, reprimidos con sangrienta violencia. La creciente presión se acrecentó a partir de los Reyes Católicos con la conquista de Granada, el último reino de Al-Andalus, y la expulsión de los judíos.

A finales del siglo XVI e inicios del XVII se estima que la población musulmana en el Reino de Valencia suponía un tercio de la totalidad de los habitantes, evaluación que, con todas las imprecisiones que comportaba el sistema censal del momento, refleja una espectacular realidad poblacional que, para algunos demógrafos era superior al tercio estimado. Su distribución no era homogénea, minoritaria en el litoral y mayoritaria en el interior, como es el caso del Valle de Ayora, donde superaba ampliamente a los pobladores cristianos. La España Imperial de los Austria venía debatiendo largo tiempo atrás la deportación de este «molesto» cuerpo social: en 1609 se promulgó el edicto de expulsión sancionado por Felipe III. En septiembre de ese año el Marqués de Caracena, Virrey de Valencia y el Patriarca Juan de Ribera, uno de los instigadores intelectuales de la expulsión, promulgaban el Real Decreto por el cual, en el plazo máximo de tres días, los moriscos habían de abandonar sus casas, tierras y propiedades, sólo con lo que pudieran llevar consigo camino del exilio. Tan despiadada medida generalizó la revuelta morisca en toda la extensión del Reino, concentrada y con especial resistencia en Las Marinas Espadán y el Caroche. En esta última zona, la fortaleza natural de la Muela de Cortes, escarpada y desierta, fue el refugio de gran número de familias, cuya resistencia fue más tenaz y más sangrienta la batalla, El castillo de Chirel fue el centro de operaciones militares de represión de los amotinados acantonados en la Muela de Cortes: desde aquí se dirigió la persecución y el sometimiento de los rebeldes a cargo de compañías reales que engrosaron sus efectivos regulares con delincuentes y reos de pena capital a los cuales se redimió de sus condenas a cambio de entrar en combate. estática visión del castillo, sus silenciosos muros ante el imponente paisaje de la Muela de Cortes y los cañones del Júcar, son memoria de un genocidio cometido con los «otros valencianos», los valencianos musulmanes, cuyo delito era ser descendientes de los vencidos en la cruzada cristiana del siglo XIII y diferentes por su lengua y religión. El castillo de Chirel cierra el último y dramático capítulo de la historia de los hispanoárabes en Valencia, la solución final a cargo del poder político y eclesiástico.

Un cuadro de encargo del Marqués de Caracena, Virrey de Valencia, a Vicent Mestre (1613), relata el asedio de la Muela de Cortes, composición de escaso valor artístico pero importante documento del trágico final morisco con el cerco a los sublevados, la posición de las unidades militares, el serpenteante camino a la Muela y en su cima los amotinados. En el extremo derecho del cuadro, se ve el suicidio de mujeres lanzándose al vacío desde la cornisa, terrible decisión ante el miedo a caer en manos de la milicia represora. El cuadro está reproducido en un gran panel cerámico a la entrada de Cortes de Pallás, con la cita a la Ruta de los Moriscos, un itinerario jalonado con 22 paneles existentes en la comarca y que, distribuidos en sus poblaciones, relatan distintos episodios de la expulsión de los moriscos del valle.

El fin del castillo

Una vez consumada la derrota morisca y conducidos los supervivientes a los puertos de embarque, el castillo había perdido su razón de ser, en el corazón de un territorio que había quedado convertido en un extenso desierto humano, que ya no precisaba de su control. La incómoda fortaleza, alejada de núcleos habitados de importancia y de costosa logística, no evolucionó desde su función militar a palaciega residencial y, abandonado, cayó en el olvido e imparable deterioro.

LOS CASTILLOS DE CORTES

Cuatro castillos se ubican en el término de Cortes de Pallás: dos en la misma población, la Pileta y Ruaya; otro en la aldea Otonel y de Chirel, aislado en la orilla opuesta del río, fortaleza que por su excepcional posición y relevancia entre Cofrentes y Cortes, precede con epígrafe propio a este capítulo.

Castillo de la Pileta

Es de origen musulmán, alzado a la entrada de la población, en un puntal rocoso sobre la caída de aguas del barranco de la Barbulla, Los Chorradores. Antes de que el embalse cubriera el valle, el peldaño sobre el cauce del río suponía unos cien metros de vertical desplome, abierto a los pies del castillo. La Pileta, vigía y defensa del camino de acceso a la población, controlaba el vado y puente del paso del camino a Buñol. Consta de una elevada torre de base cuadrangular sobre piso rocoso, con una primera capa de mampostería, sobre la cual se levanta el resto del edificio construido en tapial. Derruida en gran parte, conserva solamente un muro almenado en el que son visibles, el entramado en hiladas del tapial. Adosado a la torre había un pequeño recinto amurallado, cuyo precario estado y la inestabilidad del muro hacen temer su ruina.

Castillo de La Pileta – Foto del libro de Rafael Cebrián Gimeno

Castillo de Ruaya

Se encuentra al sur de la población sobre un promontorio entre dos barrancos, el de la Barbulla, arroyo permanente que corre a su derecha, y otra vaguada a su izquierda, de menor importancia. De origen musulmán, controlaba los caminos provenientes del Valle de Ayora que llegaban por el suroeste. Cumplía las funciones de vigilancia, protección y refugio de un cercano caserío morisco -Ruaya-, despoblado tras la expulsión. La información sobre su cronología es escasa y sus restos, muy pobres, tan solo una torre desmochada de base cuadrada construida en tapial, más algunos arruinados muros que hacen irreconocible la planta del recinto amurallado de esta pequeña construcción defensiva. Magnífica perspectiva de la población y del valle abajo hasta el río desde este punto donde se aprecia el control y vigilancia del entorno que proporciona la altura.

Castillo de Ruaya – Foto del libro de Rafael Cebrián Gimeno

El panorama cercano y la amplitud del horizonte, muestran la variedad del desnivelado relieve. En el inmediato entorno, las huertas en terrazas se escalonan en bancales en las laderas de la Muela, campos, en su mayoría abandonados, que fueron en su tiempo la despensa de Cortes, el oasis de herencia musulmana, las acequias, el agua dirigida desde la cabecera del valle hasta los huertos. Un paisaje que reúne variados matices naturales, armonizados con la huella humana, y que merece la corta excursión, al margen del interés por el arruinado patrimonio de la arquitectura defensiva.

Cómo llegar, desde la población, antes de cruzar el barranco de la Barbulla por un puente de acceso a la plaza del pueblo, seguir la carretera que sale a la izquierda y que, junto al cauce del arroyo aguas arriba, lo cruza por un, puente. Nada más pasarlo, a su derecha, el polideportivo, donde se puede aparcar, y, a la izquierda, arranca un camino en ascenso que pasa a ser una senda que desemboca en una pista: seguir entonces por la izquierda y, a unos 20/30 metros, un sendero a la derecha llega hasta el castillo. Ida y vuelta 25/30 minutos.

Castillo de Otonel

Aldea del término de Cortes situada a quince kilómetros al noreste de la población a 560 metros de altitud, en la margen derecha del barranco de su mismo nombre, afluente del Júcar. Castillo de origen musulmán, del cual queda solamente una torre con un pequeño recinto amurallado. Corona el cerro donde se ubica el caserío y su función principal puede considerarse como refugio de los habitantes de las alquerías de su entorno, vinculado además a la vigilancia del Júcar en una estrategia auxiliar de otros dispositivos, entre ellos, y por proximidad, Cavas, en el cercano término de Millares. Su estado de conservación es de ruina progresiva, de la que sobresale la torre y restos de muros.

Castillo de Otonel – Foto del libro de Rafael Cebrián Gimeno

A sus pies y ocupando la ladera donde brota un manantial, se distribuyó Otonel, en un medio físico montañoso parco en recursos agrícolas, prácticamente sustentado por la ganadería y el bosque. Fue lugar ocupado exclusivamente por musulmanes, quedando deshabitado cuando la expulsión en el año 1609. De lenta repoblación, por lo apartado y pobre del lugar, fue definitivamente abandonado en los años 60/70 del siglo XX. Más tarde, muchas de sus casas recuperadas han pasado a ser viviendas de fin de semana. Hasta Otonel llega una estrecha pista, apta para vehículos normales (Año 2014), de cuyo estado es mejor informarse en la población. Hay, además, una ruta senderista, PR-CV 251 de doce kilómetros.

 Información sacada del libro Las Fortificaciones del Júcar de Rafael Cebrián Gimeno

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